miércoles, enero 28, 2009

La Peste Negra, Castigo Y Terror

("Flagelantes en procesión contra la peste en Doorjik 1349"-Cromolitografía de una minuatura de ña Crónica de Aeqidius Li Muísís)


El Inicio

En Octubre de 1347, zarpó de Caffa, en la península de Crimea, un barco infectado por una bacteria originada en el desierto de Gobi. Dicha bacteria vivía en el estómago de un tipo particular de pulga, la Xenopsilla cheopis, que viajaba en los lomos de las ratas. Una pulga infectada sufría un bloqueo en el estómago que le impedía comer; cuando el hambre le llevaba a “picar”, vomitaba en la picadura un número muy elevado de bacterias y contagiaba al receptor, ya fuera rata u hombre. Este ciclo, que incluye el triángulo pulga-rata-hombre, fue la causante de la Peste Negra o Muerte Negra, sembrando Europa con esta desmesurada pandemia.


Hasta que se descubrió en 1894 por el bacteriólogo Alesandre Yersin el origen de la enfermedad, la Peste Negra fue un terror del que se desconocía todo.


El Contagio

El barco llegó al puerto de Mesinas a finales de ese año. Alcanzó las costas levantinas en la primavera de 1348. La primera víctima fue Guillem Brassa, un ciudadano de Alcudia (Mallorca), que murió a finales de marzo de 1348. El medio más eficaz del contagio, los barcos, esparció la peste por toda la costa mediterránea. A principios de Abril había llegado a Almería, en Mayo a Barcelona, Tarragona y Valencia, en junio a Teruel y Pamplona, en septiembre a Huesca y Zaragoza, en octubre a Tuy y Zamora. Estaba en Toledo en 1349, y en marzo de 1350 produjo estragos en el ejército que intentaba asaltar Gibraltar al mando de Alfonso XI, que murió de la peste.

Hubo otras puertas de entrada de la epidemia. A Pamplona pudo llegar desde Francia por los puestos pirenaicos que habrían el Camino de Santiago, y de allí pudo partir a la Cornisa Cantábrica y a Galicia. Si se movió al ritmo que lo hizo en Francia, a cien kilómetros al mes, pudo llegar a Santiago de Compostela antes de terminar 1348.

Dicho año fue una fecha histórica esencial debido a aquella gravísima epidemia. Con ella llegaba la “gran mortalidad”, o “el mal que corre”, (no se llamó Peste o Muerte Negra” en su tiempo), a una población europea sin inmunidad para resistir a la bacteria que se dispersó hacia el este y oeste del continente euroasiático, llevada por los roedores que acompañaban a los pastores y a los jinetes del imperio mongol.

La Peste Negra se conoce de manera desigual en los reinos hispánicos; la documentación ha permitido conocer mejor su impacto en la Corona de Aragón que en la de Castilla. En Aragón se produjo la “despoblación de las aljamas moriscas de Borja y Zaragoza y de los barrios judíos de Huesca y Zaragoza; suspensiones de tropas contra Granada; aplazamiento de las Cortes, ruina de los arrendadores de peajes; disminución de las rentas de la acequia de Zaragoza; concesión de moratorias a los deudores, preparación de los viajes a Roma para ganar el jubileo”.según nos dice Labarra.

Estos problemas y acciones fueron exclusivos de Zaragoza. A esa ciudad había llegado la epidemia en Septiembre de 1348, pero meses antes había atacado a otros lugares de la Corona aragonesa. Es impresionante la velocidad que había cogido la bacteria.


Las Medidas

Pronto empezaron a tomarse medidas, ineficaces al desconocer los propios médicos la naturaleza de la epidemia, Los regimenta tratados escritos por médicos desde que llegó la peste, se preocupaban por analizar sus causas, describir sus síntomas y proponer medicinas profilácticas y terapéuticas.

Agramont y otros contemporáneos señalaron los cuerpos celestes como provocadores de la peste, aunque las causas naturales (conjunciones planetarias, terremotos, ecplipses, y corrupción del aire, con la producción de miasmas) fueron tenidas en menor consideración que la explicación sobrenatural: la “ira de Dios” castigaba a los hombres por sus muchos pecados. No faltaron otras explicaciones; Luis de Alcañiz en su Regiment preservatiu e curatiu de la pestilencia (siglo XV), apuntaba al hambre. La relación peste-hambre convenció a algunos contemporáneos, que veían la peste como una enfermedad contagiosa de pobres y desvalidos.

Los Síntomas

Desconocían posiblemente las tres variedades de la peste (bubónica, pulmonar y septicémica). Las descripciones de síntomas suelen limitarse a la variedad bubónica: bubones detrás de las orejas, en ingles y en axilas, formados por sustancias corruptas del cuerpo. Los bubones, ganglios linfáticos inflamados, eran síntoma claro de la peste, señal de que el afectado podía morir en pocos días, aunque le quedara la esperanza de estar entre el tercio que se salvaba. Peores eran las otras dos variedades: la pulmonar, con síntomas de tos y esputos sanguinolentos, mataba en dos o tres días al 95% de los afectados, y la septicémica, manifestada con un sarpullido en la zona de la picadura, llevaba a la tumba en un día a cualquier afectado.

Los Remedios

Los remedios que se aplicaban eran ineficaces. Los propios médicos recomendaban la huída y la oración. También se recomendaba la huída, aunque esta conllevara riesgos para los residentes de la ciudad afectada, de ahí que se constate una tendencia a ocultar la enfermedad. Se aconsejaba callar al ser bueno por razones económicas (miedo a la paralización del comercio y del abastecimiento), sociales (temor de alteraciones) y psicológicas (creencia de que el miedo favorecía el contagio). Se procuraba impedir la entrada de hombres o mercancías del lugar afectado, y aislar a las localidades con peste. Callar para evitar el miedo, llevaba a prohibir lamentos públicos, y toques de campanas a muerto.

Recurrir a la oración fue el remedio más común. Indulgencias, limosnas, misa, procesiones, rogativas o plegarias de diverso tipo se consideraban esenciales.

El Papa llegó a establecer un oficio especial para obtener la misericordia divina en el freno de la peste, Las ciudades solicitaban indulgencias al Papa: en todos los lugares se decían misas a San Sebastián y se hacían procesiones.

No faltaron los remedios caseros: aplicar empastes de hojas de ciertos árboles o del vientre de una rana en los bubones, encender hogueras o quemar plantas aromáticas, comer carne de ave o de cordero, huevos, pan y vinos añejos, y abstenerse de relaciones sexuales, especialmente con mujeres viejas, pues se pensaba que producían pérdida de vitalidad en el hombre y lo hacía más vulnerable, aparte de no descartar la posibilidad de contagio por este medio.

("El Carro de la Muerte se lleva a las víctimas de la peste"-Miniatura de un manuscrito francés de 503 - París, Biblioteca Nacional)

Sospechaban que la epidemia era muy contagiosa, y por ello las autoridades municipales tomaban medidas preventivas y de higiene pública. En Valencia se contrataron barrenderos y limpiadores para retirar de las calles los animales muertos (gatos, perros, ratas) y recoger las basuras. Se reclutaban hombres para retirar cadáveres y sacar de sus casas a enfermos pobres, solos o abandonados; contrataron más guardas en las puertas, para impedir la entrada de posibles contagiados, y evitar la indisciplina callejera, los pillajes a las casas y bienes de apestados, o los ataques a judíos, leprosos y otros grupos a quienes se responsabilizaba de la peste. Todas esas medidas extraordinarias de las autoridades expresan la naturaleza del desastre que supuso La Peste Negra.


Las Concecuencias

Las consecuencias fueron de muy diversa índole: demográficas, económicas, sociales, políticas, religiosas, psicológicas artísticas y literarias. Las más terribles fueron las demográficas. No hay porcentajes precisos de mortalidad general para los reinos peninsulares, aunque se ha señalado que pudo ser superior en los reinos de la Corona de Aragón que en los de Castilla. No sería arriesgado suponer que su impacto pudo se similar al de otras áreas europeas: un promedio de mortandad de un tercio de la población, aunque con importantes diferencias de unas áreas a otras. Estudios de algunas ciudades, áreas o reinos hispánicos apuntan, sin embargo, diferencias con el resto de Europa. Para Teruel y sus aldeas se ha constatado un retroceso poblacional del 35%, aunque no todo debido a la mortandad, sino a la emigración. Para Plana de Vic, la mortalidad estuvo en torno a dos tercios de la población. Se desconoce el porcentaje para el reino de Castilla, aunque no debió de ser despreciable cuando en las Cortes de Valladolid (1351) se pidió la confección de un nuevo censo para conocer el número de contribuyentes. En Navarra la mortalidad fue elevada, aunque es posible que en el medio rural se debiera también al hambre, que ya se padecía en los años inmediatamente anteriores a la llegada de la peste.


Las Víctimas

La peste no distinguió de edad, género o grupo social. En contra de lo esperado murieron individuos de todos los niveles: el rey Alfonso XI de Castilla y la reina Juana II de Navarra se hallaron entre sus víctimas.

Las diferencias de mortalidad por profesión parecen más evidentes, pues médicos, clérigos, sirvientes y notarios se contagiaban al estar en contacto con los apestados. También corrían peligros quienes trabajaban en lugares infectados de ratas: carniceros, molineros, panaderos, etc. Tenían mejor suerte los que se ocupaban en oficios con olores que repelían a las pulgas, como el de las bestias de carga (arrieros, carreteros, pastores, herreros y toneleros) o el de las ropas impregnadas de aceite (porteadores de aceite).


Las Medidas

El descenso demográfico se produjo también por el descenso de las tasas de nupcialidad y natalidad y por la emigración, como se ha apuntado antes. Para fomentar la nupcialidad se tomaron algunas medidas. Pedro IV el Ceremonioso pidió al papa Clemente VI dispensas matrimoniales para que pudieran casarse familiares hasta el tercer grado de consanguinidad e impulsar los enlaces en el reino de Cerdeña; en Castilla se pidió que las viudas pudieran volver a casarse antes del año reglamentario, reduciendo el periodo de viudez a seis meses.

Las consecuencias económicas fueron, después de las demográficas, las más perjudiciales al verse afectado el conjunto de la sociedad. Fue tal el desastre económico de la peste que acabó por recibir un tratamiento similar al de la guerra, en el sentido de ser un motivo de remisión de pagos. Los reyes trataron de poner medio a la situación con las ordenanzas de precios y salarios. La subida de salarios que pudo beneficiar a campesinos y artesanos pobres, pronto se volvió contra ellos, al solicitar los grupos privilegiados apoyo del rey para evitar la pérdida de rentas señoriales.

Los más ricos no sufrieron desastre económico, pues a los privilegios que fueron consiguiendo habría que añadir las riquezas que muchos obtuvieron al heredar de sus ricos parientes fallecidos.

Razones económicas estuvieron en la base de muchos de los conflictos sociales planteados como consecuencia de la peste, aunque no se manifestaron hasta pasadas algunas décadas.

El Caos

Las consecuencias de la peste se manifestaron en otros aspectos. Los cambios psicológicos ante el miedo de una muerte inminente, introdujeron el sentido de la urgencia y una nueva medida del tiempo que se reflejó en la construcción de relojes en las plazas de muchos lugares. Se han detectado cambios en las manifestaciones artísticas; así, la representación de la figura de Cristo dejó el carácter amable por el severo, temeroso, o al menos distante. La temática optimista se cambió por otra macabra; los temas se hicieron más moralizantes.

La Peste Negra y su efecto duró siglos, pues no desapareció hasta el siglo XVIII. Cada pocos años la peste volvía a ciudades, villas y lugares y sembraba la muerte de manera más o menos intensa. Tuvo uno de sus peores momentos en el tránsito del siglo XVI al XVII.


(Detalle de "San Roque y San Sebastián"- El ángel señala el bubón de San Roque contagiado-Tabla del siglo XV, Pensilvania EEUU)

Los Santos de la Peste Negra

San Roque, el santo representado con un perro al lado, es una imagen frecuente en muchas iglesias de España, de Europa e incluso del otro lado del Atlántico. Muchas son las localidades con una iglesia o ermita en su honor, y muchas también las que celebran su fiesta el 16 de agosto. La historia de esta tradición se debe a la labor y dedicación que el santo tenía en atender a los apestados. San Roque se contagió y se convirtió en patrón de la peste, junto a san Sebastián.



Fuentes:

Texto sobre estudio hecho por María Jesús Fuentes, profesora titular de Historia Medieval en la universidad Carlos III de Madrid.

La Aventura de La Historia.

Blanco Reboloo, “La Peste Negra”, Madrid, Anaya 1990.

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