martes, noviembre 16, 2010

Carlos I De Inglaterra, El Rey Arrogante

("Una representación de la ejecucion de Carlos I por un testigo ocular", oleo de jhon weesop - 1649)

El día 1 de Enero de 1649, Carlos I de Inglaterra era ejecutado.

Aquél día amaneció frío y neblinoso, y el rey, ser enfermizo desde su infancia, menudo y apocado, pues medía solamente 1,62 metros, pasó directamente de una puerta-ventana del palacio de Whitehall al cadalso, montado en aquel céntrico punto de Londres.
El monarca rezó brevemente antes de inclinar la cabeza, que el verdugo seccionó de un solo golpe de hacha. Cuando el enmascarado verdugo levantó el sangriento despojo, un profundo gemido salió de la multitud, conscientes de haber presenciado un acto sin precedentes: un regicidio realizado, no por un asesino ni el calor de una batalla, sino por orden y con la autoridad de los representantes del pueblo, tras un proceso formal en el que el Soberano se negó a defenderse.

Carlos I compareció ante el tribunal de excepción nombrado por el victorioso Parlamento, acusado de alta traición con haber provocado una segunda guerra civil (1648-1649), después de que en la primera (1642-1648) sus fuerzas, los llamados Cavaliers o “Caballeros”, hubieran sido derrotados por los Rhoundheads o “Cabezas Redondas”, así denominados porque iban completamente rapados, en contraste con las románticas melenas de los defensores del Rey.

( Oliver Crowell en un retrato de Robert Wlaker)

La guerra civil inglesa, un suceso fundamental en la creación del Estado moderno, reflejaba un conflicto religioso entremezclado con otro político. La profunda emoción protestante que inspiraba a los parlamentarios y a su líder, Oliver Cromwell, no reconocía el estatus especial de un rey, ni aceptaba que un monarca disfrutase, como insistía Carlos Estuardo, de un derecho divino y absoluto para gobernar.

El ultraprotestantismo o puritanismo que inspiraba a muchos de los jefes parlamentarios bebía profundamente en la fuente del Antiguo Testamento, donde la institución monárquica se consideraba como una interrupción en la comunicación directa entre Dios y los profetas de Israel.

De acuerdo con esta imagen, entre el pueblo y el Rey existía un acuerdo tácito en virtud del cual el Monarca hacía las veces de líder, pero no gozaba del poder absoluto. Carlos I, sin embargo, creía tercamente que, amparándose en el derecho divino de reinar, no necesitaba transigir ni justificar ninguna de sus acciones.
Invitado a defender de la acusación de alta traición, Carlos se negó a reconocer el derecho del tribunal a juzgarlo.
Insistió en que era Dios quien le había dado facultad para reinar.
 “Quiero saber – dijo con fuerte deje escocés-  en nombre de qué autoridad se me obliga a estar aquí”.

(Palacio de Saint James y vista de Pall Mall - Thomas Bowles - 1763)

Inevitablemente, al Rey se le declaró culpable y además se le impuso la pena de muerte. Ya no volvería a pisar más el palacio de Sanint James, situado al final de la arteria de Pall Mall, donde se le hospedó durante el proceso, sino directamente al de Whitehall, última morada antes de sufrir la pena capital.

Nació el 19 de noviembre del año 1600, en Dunfermline (Escocia). Fueron sus padres, el rey Jacobo VI de Escocia y I de Inglaterra, y Ana de Dinamarca. El matrimonio procreó  nueve hijos, de los cuales solo tres llegaron a convertirse en adultos.

(Carlos pintado por Anthony van Dyck en 1636)

 Carlos era el quinto hijo de matrimonio, y el segundo varón, pero el primogénito, Enrique Federico, falleció en el año 1612, con solo 18 años, víctima de fiebre tifoidea, quedando Carlos como sucesor del trono inglés, de la dinastía de los Estuardo, que profesaban el protestantismo.

(Enrique, Príncipe de Gales en una pintura de Robert Peake)

 (George Villiers, en un retrato de Balthazar Gerbier)

Durante su adolescencia, conoció a George Villiers, duque de Buckinham, llamado a ejercer una mala influencia en el futuro rey.  En 1623, los dos jóvenes viajaron de incógnito a España, tratando de llevar a buen puerto las empantanadas negociaciones para casar a Carlos con la infanta María Ana, hermana de Felipe IV.
El asunto terminó en agua de borrajas, porque  en España se insistió en que Carlos se convirtiera al catolicismo. No está claro si el motivo por el cual Carlos abandonó la idea de casarse con la infanta fuera la exigencia de su bautizo o la de  ue el príncipe heredero quedara en España hasta que Inglaterra cumpliera todas las condiciones del tratado que habría de firmarse, incluida la relajación de las restricciones que en Inglaterra pesaban sobre la celebración del culto católico.

Sea cual fuera la causa, desde la cruel persecución de protestantes ingleses realizada por María la Sangrienta, mote de la reina María Tudor, casada con Felipe II, Inglaterra se había negado a aceptar un monarca católico, por lo que el fracaso del proyectado lazo matrimonial fue recibido con gran alivio.

 (Carlos I a caballo 1633, pintado por Van Dyck - propiedad Isabel II de Inglaterra)

Una de las primeras decisiones de Carlos I, después de subir al trono a la muerte de su padre, fue declarar la guerra contra España para ayudar a su cuñado Federico V, a recuperar sus tierras perdidas.
Mientras el Parlamento, que representaba a las clases sociales que pagaban los impuestos, prefería atacar las flotas españolas cargadas de oro americano, Carlos insistía en desembarcar en el continente europeo, estrategia siempre costosa y de dudosa eficacia para Inglaterra. La campaña fue desastrosa y la escuadra inglesa sufrió  una derrota humillante frente a Cádiz.

El Parlamento reaccionó exigiendo la impugnación ante la Cámara del duque de Bukingham a quien, sin embargo, el Rey se obstinó en defender.

 ("Cádiz se defiende ante los ingleses" - Zurbarán, 1634)

Las arcas reales seguían percibiendo el sustancioso rendimiento del impuesto sobre determinados productos de importación, pero estos ingresos no bastaban, de modo que la tempestad que rodeaba el derecho que pudiera amparar al Rey para recaudar impuestos sin el consentimiento parlamentario no amainó. Carlos, sin hacer caso a las objeciones de la Cámara, procedió a exigir préstamos, encarcelando a los que se negaban a pagar o castigándolos con la pesada carga de alojar a sus soldados. Tan grande fue el descontento que, el 23 de agosto de 1628, Bukingham fue asesinado.

En Enero de 1629, la Cámara aprobó una resolución muy hostil sobre el comportamiento Real. Carlos, en lugar de modificar su propia insistencia y en vez de reconocer los antiguos privilegios de los miembros del Parlamento, decidió disolverlos. Durante los siguientes once años, el Rey gobernó sin Parlamento, lo que muchos vieron como un abuso arbitrario de poder.
Para recaudar impuestos, echó mano a una variedad de estratagemas, desenterrando viejos reglamentos para imponer multas y exigiendo el pago de impuestos que hacía años habían caído en desuso, todos ellos sin el consentimiento del Parlamento que no se había reunido desde 1629.

Las suspicacias protestantes de Carlos I se multiplicaron cuando la razón de Estado anuló la oposición a que el Rey se casara con la católica Enriqueta María, hermana de Luis XIII, rey de Francia. Carlos Estuardo deseaba forzar a la iglesia anglicana a seguir una tendencia protestante y más tradicional, católica sin ser romana.

("El arzobispo de Canterbury Willian Laud" - Oleo de Anthony Van Dyck)

Nombró en 1633 como arzobispo de Canterbury, principal jerarca eclesiástico, a Willian Laud, el cual procedió a destituir al clero que no estuviese conforme con su teología, y a castigar a los párrocos que desobedecieran sus órdenes sobre la forma de realizar los ritos litúrgicos.
A la vez, persiguió el movimiento puritano, de un protestantismo extremista, empleando el temido y arbitrario tribunal conocido como la Cámara de la Estrella, que se parecía a la Inquisición, pues empleaba el tormento entre sus métodos y no permitía que los acusados pudieran ver las caras a los testigos.

Cuando Carlos quiso imponer en Escocia sus opiniones religiosas, los escoceses temieron que se les fuera a imponer la Iglesia anglicana, que ellos veían como semicatólica. Carlos quiso suprimir esa protesta, pero como el Parlamento, finalmente convocado en 1640, le denegó los fondos necesarios para reclutar un ejército,  el Rey se vio obligado a conceder la libertad eclesiástica a los escoceses.
El Parlamento, al insistir en que se debatieran los abusos cometidos desde 1629, fue disuelto un mes después de su convocatoria, llegando a conocerse como “Parlamento Corto”. Urgentemente necesitado de fondos, en noviembre de 1640, el Rey convocó otra asamblea que fue nombrada “Parlamento Largo”, porque duró hasta 1653. Los dos años siguientes vinieron continuas tensiones entre el parlamento y el Rey. Para éste, los representantes protestantes populares eran rebeldes. Para los parlamentarios, el Rey era un tirano que buscaba introducir innovaciones religiosas e imponer impuestos sin el consentimiento de la asamblea.
De hecho, el Parlamento logró obligar al rey a aceptar el derecho de la Cámara a reunirse, aun sin el consentimiento real; exigió el ajusticiamiento del arzobispo Laud; declaró ilegales el “Ship Money” y otros gravámenes, y suprimió en tiránico tribunal de la Cámara de la Estrella.
El Rey se sintió humillado, sin fondos y sin fuerzas. El Parlamento, sin embargo, temía que financiar un ejército para reprimir una rebelión en Irlanda, pondría en sus manos una herramienta que podría emplear contra él.
La tensión llegó a su apogeo cuando el 4 de enero de 1642, el Rey se presentó en el Parlamento acompañado de soldados para detener a cinco de los miembros más contestatarios. Estos, avisados con antelación, habían huido ya. El presidente de la Cámara, preguntado por el Rey sobre dónde estaban los cinco, contestó con una frase que se hizo célebre:
“No tengo ojos para ver ni lengua para hablar, excepto que esta Cámara me lo permita, siendo como soy su siervo”.
 
 ("Retrato de Carlos I y su caballo" - obra de Van Dyck)

Contra la falta de respeto no había más remedio que hacer valer su autoridad, que Carlos consideraba de origen divino. Abandonó la capital y marchó al norte de Inglaterra, donde pensaba reclutar un ejército, mientras que la Reina Henrietta María Van Dych se fue al extranjero en busca de fondos para financiarlo.

(Henrietta María Van Dych) 

Carlos estableció su gobierno en Oxford, desde donde controlaba el oeste y el norte de Inglaterra, mientras el Parlamento dominaba Londres y el sureste. Las primeras batallas tuvieron lugar en 1642. Los parlamentarios, derrotados al principio, eligieron como jefe militar a Oliver Cromwell, un pequeño terrateniente y representante parlamentario por Cambridge.

Siguieron muchas derrotas del partido real, hasta que en el verano de 1646 cayó Oxford. Prisionero del Parlamento, Carlos se trasladó de prisión en prisión, mientras el Ejército y el Parlamento discutían su futuro. Finalmente, dio con sus huesos en el castillo de Carisbooke, en la isla de Wight. Y fue ahí donde el Rey, explotando divisiones entre sus adversarios, pactó secretamente con los escoceses, prometiendo establecer en Inglaterra el sistema de gobierno de la Iglesia mediante presbíteros.

  (Carlos I en su partida hacia el castillo de Carisbooke - obra de  Eugène-Louis Lami)

En julio de 1648, los escoceses, fieles a su promesa al Rey, invadieron Inglaterra, lo que dio lugar a numerosas batallas con la consiguiente pérdida de vidas y propiedades. Con la derrota de las fuerzas escocesa, esta segunda guerra civil concluyó con el Rey acusado de haber invitado a un ejército escocés, y por tanto extranjero, a hacer la guerra contra su propio pueblo.

  (Castillo de Carisbooke - William Turner)
 
Ahora Carlos, tendría que responder ante el Parlamento, acusado de traición. Dadas las circunstancias, es probable que si se hubiera defendido, se hubiera podido salvar.

Fue su orgullo en realidad, lo que le llevó al cadalso.

Fuentes de datos:
*”La mala cabeza de Carlos I” – Michael Alpert – (La Aventura de la Historia)
*”El viaje del Príncipe de Gales en 1623”- Redwortg, G. – (La Aventura de la Historia)

6 Comments:

desdelaterraza-viajaralahistoria said...

Ha sido muy interesante este artículo, estupendo resumen de años tan convulsos en la historia de Inglaterra y además ilustrado con unos cuadros muy bien elegidos. Magnífica la frase del presidente del parlamento contestando al rey cuando le preguntó por los cinco.
Un saludo.

Babbilonia said...

Dedelaterraza, es una parte de la historia de Carlos I que refleja algunos de los momentos vividos en su reinado, en el que a veces sobrepuso sus intereses humanos a los políticos.

Saludos

Pedro de Mingo said...

Estupendo blog, ha sido todo un descubtrimiento. A partir de ahora seré fiel seguidor de sus artículos.

Un saludo y si le apetece pasarse por el mio, le dejo la dirección :
España Eterna :
http://espanaeterna.blogspot.com/
Gracias :-))

PACO HIDALGO said...

Genial entrada sobre Carlos I, el primer rey moderno ajusticiado; magnífico los retratos del gran Van Dyck. Aprovecho para saludarte y desearte unas felices fiestas y mejor año nuevo. Un cordial saludo desde ArteTorreherberos.

Babbilonia said...

Pedro de Mingo, es para mi una satisfacción que este blog te agrade. Comentarios como el tuyo me dan aliciente para salir.

Saludos.

Babbilonia said...

Paco Hidalgo, aunque un poco tarde aprovecho para desearte también un próspero año. Asuntos personales me han manenido un tiempo alejada del blog.
Un placer y muy agradecida tu visita.

Saludos

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