jueves, julio 22, 2010

Lo Grotesco De La Corte

(El Principe Baltasar Carlos con un enano - Velázquez, 1631 - Museo de Boston)

Fueron considerados en la Antigüedad como signos de desgracias venideras, crearon en el Medievo atracción y repulsión, fueron usados en la Edad Moderna como juguetes reales y despertaron un gusto morboso en el Mundo Contemporáneo siendo expuestos en circos y ferias. Bufones, Enanos y Locos no han pasado desapercibidos a lo largo de la historia.
No faltaron en los libros de monstruos de la época, ni en el libro “Desvíos de la naturaleza” que se ocupan de la multitud de criaturas que entonces se consideraban monstruos, porque en esa categoría también entraban enanos, gigantes, mujeres barbudas, siameses, y, en general todos aquellos seres que se alejaban del canon de lo que se consideraba naturalmente normal. En este sentido podía llamarse monstruo a cualquier cosa que excediese los límites de lo común, bien por el desorden de sus partes, bien por un exceso o un aumento material de ellas. Al primer grupo corresponderían, por ejemplo, los gemelos siameses, cuyos cuerpos aparecerían unidos, así como los hermafroditas, o las mujeres barbudas, en los que los sexos se confundían; al segundo, por excelencia, los gigantes y los enanos.

(Retrato de un enano anónimo por Juan Van de Harmen, pintorde origen flamenco nacido en Madrid en 1596 - Museo del Prado - Madrid)

En la definición del “Tesoro”, Sebastián de Covarrubias viene a decir que el enanismo es el resultado de una suerte de nudo en el espinazo que impide el crecimiento, torciendo brazos y piernas, y manteniendo sólo la cabeza en su debida proporción. La creencia del lexicógrafo parece haber sido común, pues medio siglo más tarde, un médico polaco afirmó que era posible crear enanos de forma artificial untando un ungüento especial sobre la espalda de los niños cuando nacían.

Los artistas, desde las pinturas de El Bosco a los grabados de Alberto Durero, fueron más imaginativos al retratar a estos esperpentos.
Sin embargo, como estaba sucediendo en la sociedad que transitaba hacia el Barroco, cuando la doctrina utilitaria de la pobreza se predicaba desde las iglesias católicas y reformadas, esos seres infrahumanos debían servir para algo. Se puso entonces de moda el emplearlos como regalos de Estado en las embajadas diplomáticas que visitaban a los reyes y les colmaban de presentes. De ahí que los hombres deformes también pasaran a valorarse como instrumentos políticos y de bienes patrimoniales en las Cortes Modernas.

(El enano-bufón del Cardenal Granvelle - Antonio Moro 1560)

Así, pasaron a formar parte del entretenimiento lúdico que mitigaban en la persona soberana una gobernación que se pe presuponía agotadora, lo mismo que los monarcas medievales habían gozado de las ocurrencias de bufones contrahechos durante el descanso del guerrero en los cuarteles de invierno.
De resulta, algunos de estos monstruos afortunados, elegidos por su rareza poco común, abandonaron a lo largo de los siglos modernos las penurias del exhibicionismo dentro del circuito callejero para recalar en la molicie palaciega.

Las Cortes de la Europa Moderna rivalizaba entre sí por acumular un capitán simbólico que le diese superioridad sobre sus vecinos, desde el arte edificatorio a la nómina de la servidumbre que servía al monarca, del mecenazgo literario y festivo a la pintura que inmortalizaba a los héroes absolutos, de la etiqueta suntuosa a los bufones modernos que provocaban la risa y eran objeto de las pullas de los cortesanos.
Entre esas “sabandijas de palacio”, como una suerte de juguetes de la familia real, se encontraron los monstruos. Estos locos, enanos y hombres de placer en la Corte de los Austrias, ganaron mediante sus quehaceres burlescos (mensajeros, alcahuetes, espías, payasos) mala fama o se labraron una buena fortuna. Pero a merced de sus rasgos anormales, pudieron ejercer una profesión, que contrastaba con la dignidad del universo cortesano.

(Felipe IV y el enano Miguel Soplillo - (Villadandro, 1621)

De manera que sus nombres han pasado a la historia (Nicolasito, Pertusano, Maribárbola, Soplillo…) y fueron evocados en las obras literarias de los ingeniosos, como Lope, Góngora y Quevedo, y retratados en los cuadros reales por los pinceles de cámara de grandes maestros como Velázquez y Pantoja de la Cruz. En otros casos, era el exceso antinatural reflejado en el rostro el que llamó la atención de los pintores, como el retrato de Magdalena Ventura por Giuseppe de Ribvera, ilustre antepasada de la mujer barbuda de los circos, y de los miembros de la familia Gonzalez o Gonzalvus, copiados por Lavinia Fontana.

Ahora bien, los tratados de Ambroise Paré, Des Monstres et Prodiges (1573) y de Ulises Aldrovandi, Monstruorun Historia (1642), marcan el camino de los monstruos hacia su estudio científico. El famoso cirujano francés busca explicaciones naturales para lo deforme antes de considerarlo una penitencia pecaminosa, de forma, que las personas monstruosas adquieren una nueva consideración, pasando a ser objeto de estudio científico por parte de los ilustrados.

El fenómeno no tiene ya que ocultarse ni el ser social tiene que fingir más: el lado oscuro y el luminoso ahora pueden ser vividos a la vista de todo.

No obstante, estos personajes deforme seguirán despertando el morbo del público en los espectáculos de la cultura del ocio hasta nuestros días: exhibidos en jaulas de zoológicos y barracas de feria, realizando números en los circos vagabundos, mostrados en películas de culto y jaleados por esas plazas de Dios, como todavía hoy le sucede al Bombero Torero. Ni tan siquiera nuestro tiempo, tan políticamente correcto ha podido eludir la ambivalencia del monstruo: la repulsión de lo deforme, el glamour de la fealdad.


Sebastián de Morra (Velázquez, 1645). En 1643, Felipe IV le hizo venir a la Corte desde Flandes, donde servía al Infante Cardenal, para ponerse al servicio del príncipe Baltasar Carlos. Este, al morir, le legó un espadín de hierro plateado y dos veneras de flor de lis picadas. Murión en Octubre de 1649.


Maribárbola. Es la mujer deforme que aparece en el centro de Las Meninas, Velázquez la eligió entre los 40 que vivían en el Alcázar. De origen alemán y amiga de las infantas, sirvió a la condesa de Villerval y Walter. Prácticamente analfabeta, nunca se miraba en los espejos. El que está a su lado dándole la patada al perro es Nicollás Pertusano (Nicolasito), que sería nombrado ayudante de cámara, cargo interno bastante importante.


Don Antonio El Inglés (Velázquez, 1640-1645). De él habla José Moreno Villa en su obra Locos, enanos, negros y niños palaciegos. Contemporáneo de otro enano llamado Bonamie, aquí aparece en una obra del taller de Velázquez, aunque según otras fuentes no sería El Inglés, junto a un perro.




Francisco Lezcano (Velázquez, 1643-1645). Conocido como el Niño de Vallecas, el Lerzcanillo y el enano Vizcaíno, entró en palacio en 1634. Adjudicado al príncipe Baltasar Carlos, que en 1635 contaba seis años, acompañaba a éste y a su padre el rey Felipe IV durante las jornadas cinegéticas. Murió en 1649.


El Enanito de Juana Mendoza, Duquesa de Béjar. Retratado por Alonso Sánchez Cohello en 1585, mientras ofrece chocolate a la futura duquesa de Béjar, no hadejado rastro biográfico, pero es uno de los primeros que aparece en la pintura española y pudo influir en Las Meninas.


Bufón Juan de Austria (a veces se les solía poner el nombre de sus amos), representado como héroe de la Batalla de Lepanto (Velázquez, 1635)




Bufón Pablo de Valladolid pintado por Velázquez - 1636 -1637


El bufón torero.Cristobal Castañeda , “Barbarroja” (Velázquez. 1634). Un mal chiste en el que no dejaba bien parado al condo-duque de Olivares le costó el destierro en Sevilla.


Fuente de datos:
*Caprichos del Barroco - Pedro García Martín, profesor titular de Historia Moderna, Universidad Complutense de Madrid.
* Locos, enanos y hombres de placer en la corte de los Austrias – F. Bouza – Madrid – Temas de Hoy – 1991.

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