domingo, noviembre 09, 2008

La Expulsión De Los Judíos

(Expulsión de los judíos en 1492, grabado coloreado del siglo XIX madrid biblioteca nacional)

Al final de la Edad Media se anunció a bombo y platillo las grandes hazañas de los Reyes Católicos en 1492, entre las cuales una por lo menos, la expulsión de los judíos, no deja de parecer hoy una de las tantas injusticias cometidas a lo largo de la historia.

Por muy de su época que fuera la medida, no deja de ser para nuestra sensibilidad del siglo XXI un hecho altamente aberrante, la drástica decisión de extirpar del suelo nacional a toda una comunidad, bajo el pretexto de que sus miembros no comparten el mismo credo ni tienen los mismos hábitos que los “cristianos viejos”, amén de la codicia que excitaba la supuesta riqueza de los judíos.

Vivían por entonces en España alrededor de seiscientos mil judíos, y durante su estancia en suelo ibérico crearon una cultura única que ha pervivido a pesar de las vicisitudes. Hoy en día su poesía se publica en antologías en hebreo y se recita en las sinagogas en forma de oraciones. Su filosofía y mística forman parte de las corrientes del judaísmo moderno. Sus líderes espirituales son considerados hombres del renacimiento que lograron asimilar las influencias intelectuales de su entorno sin perder su identidad.

Independientemente de la cuestión del judaísmo, lo fundamental del episodio es el marcado sabor a contienda religiosa y a revancha social que cobra este primer destierro, porque el siglo XVI no conoció un solo exilio, sino tres. El primero, “la expulsión de los judíos”, abre un periodo cruel de Apocalipsis y hogueras de Inquisición.

("Judío Interrogado" detalle de un retablo del siglo XV)

El 31 de marzo de 1492 el rey Fernando de Aragón y la reina Isabel de Castilla firmaron el fatídico Edicto de Expulsión de los Judíos de España por medio del cual ordenaban que todos los judíos, sin excepción, debían salir del reino y de todas las tierras bajo su dominio. Tenían de plazo hasta 31 de julio para abandonar la Península una vez hubieran vendido sus bienes, pues estaba totalmente prohibido llevarse oro ni plata ni moneda acuñada, aunque sí letras de cambio y mercadería.
Cualquier judío que permaneciera después del día designado debía optar por el bautismo o la muerte.

Esta trágica decisión tomó por sorpresa a la comunidad sefaradita cuya historia se remontaba quince siglos atrás. Miles de ellos abandonaron sus hogares llevando consigo la llave de su morada y la truncada esperanza de volver.

Sin embargo este edicto, y contrariamente a lo que esta predestinado, no significó el fin del judaísmo hispano, pues fueron numerosos los que prefirieron cambiar de religión y permanecer en la Península, aumentando así el nutrido contingente de judeo-conversos, ya existentes por lo menos desde 1.391. Esta importante comunidad cristiana de nombre, pero no siempre en la intimidad de su conciencia, mantenía estrechas relaciones con los judíos y la sinagoga, motivo de escándalo para una mayoría de “cristiano viejos”, cuyo sentir abogaba por la verdadera Iglesia de Roma.
(Edicto de Expulsión)
Por todo esto, uno de los motivos más fuertemente expresados en el real decreto para justificar la medida, era evitar los contactos entre conversos y judíos, trato en el que se veía un importante obstáculo para la integración de los neófitos.

Por lo tanto, desarraigando de cuajo el judaísmo peninsular, se lograría la definitiva conversión de los antiguos hijos de Israel.

En el momento de la expulsión, la comunidad judía ocupaba el 10 por ciento de la población, de los cuales, unos 50.000 residirían en la Corona de Aragón.
Una tercera parte cayó asesinada. Otra tercera parte fue convertida a la fuerza. El resto, pese a permanecer en su fe, logró salvarse.

Los meses que siguieron a la expulsión, un número indeterminado de hebreos regresó, tras aceptar el cambio de religión (por ejemplo los que se habían marchado a Fez y fueron muy mal tratados). Tomando todo en cuenta, las pérdidas humanas definitivas se pueden cifrar entre 150.000 y 200.000, siendo lo más pausible unos 180.000.

(Expulsión de los judíos de España en 1492. Ilustración de edición de 1854 de la Historia de España del Padre Mariana)

Las metas del exilio fueron principalmente Portugal, Africa del Norte y el Imperio Otomano. Pero también los hubo que se quedaron en Francia, en Italia, en Grecia, aunque en menor número.

El reino lusitano fue el que más exiliados recibió: unos 50.000 probablemente. Pero allí los hebreos iban a gozar poco tiempo de la libertad de culto, ya que cinco años más tarde, el 30 de junio de 1497, el rey Manuel I proclamó la llamada Conversión General de todos los judíos, a quienes se denegó la posibilidad de emigración, pero se otorgó un plazo de veinte años para la aculturación. Sin embargo, la cambiante política del soberano, que permitió se desarrollase un peligroso clima antisemita, desembocó en las graves matanzas de judíos de la primavera de 1506.

Testigo en Lisboa de la masacre, Selomoh Ibn Verga, venido en exilio en 1492, cuenta lo siguiente: “Alzóse el pueblo entonces, espada en mano y mataron en tres días a tres mil personas, los robaron, los arrastraron a la plaza y los quemaron. A algunas preñadas las arrojaban desde la ventana y las recibían con las dagas desde abajo, saltando el feto muchos codos, Y del mismo modo otras crueldades e infamias que no es conveniente narrar.”.

La integración religiosa de estos judíos no tuvo lugar nunca. La “Nación de los cristianos nuevos portugueses” o “marranos seguiría su andadura original para culminar en el siglo XVII, escribiendo una importante página del incipiente capitalismo mundial.

A pesar del paso del tiempo el dolor no ha amainado y los descendientes de los exiliados evocan sus vínculos con España con ambivalencia y a la vez con sentimientos de profunda nostalgia.

Fuente: La aventura de la Historia, sobre un texto de Raphaël Carrasco - Professeur d'histoire moderne, Université Paul Valéry, Montpellier

2 Comments:

Juan A. said...

Interesantísimo tu blog. Celebro haberlo descubierto.

Saludos.

Unknown said...

Muy bueno tu trabajo, cabe destacar que la comunidad judeo-española de Grecia tambien fue muy importante. De echo los alemanes en 1944 deportaron a 55.000 sefaradíes a los campos de la muerte de Auschwitz, la mayoría de ellos eran de Salónica, estos judíos hablaban la antigua lengua djudeo-espanyola o Ladino.

¡Mazal y buena que tengamos!

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